Era de noche, la luna llena
iluminaba con intensidad la oscura bóveda celeste.
Una espesa niebla, emergía desde la
tierra, otorgándole al paisaje una misteriosa y tenebrosa figura.
Caminaba por las afueras de la
ciudad. Salí a tomar un poco de aire fresco, puesto que llevaba tiempo
encerrada y mi mente, tras sus efectos, comenzaba a agobiarse. Bloqueando mis
ideas. Tampoco podía dormir.
A pesar de sus escalofriantes
características, vi la noche hermosa.
Las horas pasaron, en cualquier momento el sol comenzaría a
asomar. Repentinamente el sueño vino a mí.
Lejos de mis aposentos y algo
desorientada, busqué entre las lápidas del cementerio, hasta encontrar mi
tumba.
Al asomar el primer rayo de sol que
traía el alba, cerré los ojos. Me dormí profundamente como nunca antes lo había
hecho.
Feb., 2o15
La tinta del caos.