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Mostrando las entradas de octubre 11, 2016

Un cuento de semana santa (Historias de pueblos y más allá)

Noche de vigilia pascual, el párroco de la iglesia de mi pueblo no tuvo mejor idea que realizar el vía crucis, esa noche, recorriendo el antiguo cementerio que se encontraba a cientos de metros del poblado. Yo no quería saber nada con asistir, pero mi abuela, vieja rezongona y ferviente admiradora de todos los santos, no reparó en tomarme del brazo y acusarme a punta dedo de adoradora del diablo y de todos los infiernos. En ese momento, no sé si tuve más miedo de que terminara por darme una tunda, si continuaba con mi rebeldía, que temor de que el mismo satanás me llevara de "las patas" -como ella le decía a las piernas- esa misma noche mientras dormía. Ya ni sé  en qué momento, pero me cazó fuerte de las orejas, me llevó frente al fregadero, me lavó la cara con jabón blanco, mientras yo cerraba fuerte los ojos para que no se me metiera la espuma adentro y luego se me irritaran, pero mucho no pude evitarlo. Tomó un viejo trapo que hacía de toalla - la economía de l...

El pianista

Ella bailaba envuelta en mágicos pentagramas, que se desprendían en cada soneto. Bella, clásica bailarina, gozaba de su melodiosa esclavitud. Sujeta de pies y manos, cual marioneta, a las cuerdas de la polifonía nacidas del magistral universo de su amado pianista, le permitía a su cuerpo ondularse. Ella era su inspiración, su musa. Almas gemelas conectadas desde la eternidad y por la eternidad. Bajo la sombra de una pérgola. Donde se abraza fielmente el rosedal, teñido de rojo carmín, tocó las más dulces melodías que cortejaban a su pasión. Más de cien años pasaron después de su último adiós.  El sonar de su piano viaja con el viento. Las teclas resuenan al mando de sus dedos poseídos, víctimas del más tierno hechizo de amor. Nadie lo ve, pero todos pueden oírlo.  Bajo la pérgola cada cien años ella regresa a danzar para él. La tinta del caos.