Eran tantas las ganas que tenía de hacerlo.
Te miré, te miré y te miré repetidas veces; allí estabas quietecito con tu carita inocente que contrastaba con tu sonrisa demoníaca.
Te hablé, te grité e insulté en sobremanera y solo me sonreías como si te hicieran gracia mis acusaciones.
Mi excitación aumentaba ante tu indiferencia, a un punto tal llegaron mis ganas que no pude evitarlo.
Tomé las tijeras que se encontraban sobre mi cómoda e inmediatamente las enterré con fuerza en tu garganta...con ágiles movimientos, primero hacia la derecha, luego hacia la izquierda, arriba, abajo; logré desarmarte de la garganta hasta la frente, esa carita burlona con la que me mirabas. Lo bueno fue que ni te quejaste, que buen chico me resultaste después de todo...
La sangre que brotaba salpicó mi rostro, pero no importó el haberme lastimado las manos con las tijeras. La foto quedó más bonita sin tu imagen a mi lado.
Te miré, te miré y te miré repetidas veces; allí estabas quietecito con tu carita inocente que contrastaba con tu sonrisa demoníaca.
Te hablé, te grité e insulté en sobremanera y solo me sonreías como si te hicieran gracia mis acusaciones.
Mi excitación aumentaba ante tu indiferencia, a un punto tal llegaron mis ganas que no pude evitarlo.
Tomé las tijeras que se encontraban sobre mi cómoda e inmediatamente las enterré con fuerza en tu garganta...con ágiles movimientos, primero hacia la derecha, luego hacia la izquierda, arriba, abajo; logré desarmarte de la garganta hasta la frente, esa carita burlona con la que me mirabas. Lo bueno fue que ni te quejaste, que buen chico me resultaste después de todo...
La sangre que brotaba salpicó mi rostro, pero no importó el haberme lastimado las manos con las tijeras. La foto quedó más bonita sin tu imagen a mi lado.
Evangelina S. Vilche
Comentarios
Publicar un comentario