-Eran gatos! ¡Eran gatos! ¡Eran unos sucios y apestosos gatos! Ya te lo decía yo Manuel, el burdel estaba lleno de esas negras inmundicias que me vaciaban la bodega y destilaban alcohol… eran viles y cochinos gatos.
Pero ya ves Manuel lo he limpiado todo, voy camino a redimir esta casa de locas y prostitutas impuras. - Decía nervioso el sacerdote del Callejón del Diablo, estrujando entre sus manos un gorro negro de lana que usaba para cubrir su calvicie. Dejando ver unos dientes de conejo que no le permitían cerrar sus labios por completo y le hacían derramar saliva al hablar, continuó:
- Ven Manuel, ven. Estas lacras ya no están y mi bodega está llena otra vez. Bajemos al sótano. No temas Manuelito.
Manuel, su amigo jorobado y sordomudo, quién obviamente no emitió palabra alguna, lo acompañó algo temeroso hacia el oscuro sótano.
-Ya ves amigo Manuel, los gatos no maúllan y mi bodega está llena.
El sordomudo no veía nada pues estaba muy oscuro allí, así que sacó un encendedor de su bolsillo para comprobar lo que Mauricio el sacerdote le decía. Solo se veían unas frías paredes de barro y en ellas una hilera de ladrillos a una altura aproximada que le llegaba al cuello que podían removerse con facilidad. Pero ni un solo barril, ni tampoco botellas de vino.
Efectivamente, Mauricio removió un ladrillo, sacó de uno de sus bolsillos una canilla metálica que en uno de sus extremos tenía una rosca muy afilada.
-¡Ves Manuel, todo tengo que esconder, todo! Sino estos gatos malditos me delatan y me dejan sin vino. Prostitutas y bacanes eso son. Brindemos con un borgoña por el alcohol que se llevaron en la sangre.
Al concluir, Mauricio enterró la canilla e hizo una especie de torniquete en la abertura que quedó en la pared, se escuchó un terrorífico gemido de dolor como a quién le cortan la yugular. Abrió la canilla y comenzó a fluir sangre con la que llenó una copa.
- Eres flojo Manuel, te desmayaste… en fin, sería un desperdicio dejarte aquí tirado- dijo Mauricio rascando su calva cabeza. Tomó a su amigo sordomudo y lo lapidó en su bodega de la pared junto a su colección de borgoña humana.
- -Que silencio, habrá que llenar otra vez el burdel… son gatos, sucios y tristes gatos…
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