Cada vez que Alma, su mamá, tenía un día gris la pequeña Luz tomaba un lápiz amarillo y dibujaba un gran sol sobre la pared del dormitorio para alegrarle los días.
-Mira mamita, es para que despiertes... Te quiero mucho sabes, y te extraño. ¿Vienes a jugar conmigo?...Despierta, te necesito - eran las frases entrecortadas que pronunciaba la pequeña con cada intento de sacar a su mami de su profundo sueño.
Los años pasaron. Luz creció, y continuó iluminando cada uno de los días de su madre dibujando un sol por cada amanecer, en la blanca pared de la habitación del neurosiquiátrico, donde Alma encontró al fin iluminación al abandonar este mundo, víctima de la depresión.
Luz, sobrevivió a la oscura soledad en la que creció...
La tinta del Caos