Historia, dicen por ahí, son puras aproximaciones probabilísticas de lo que fue o pudo haber pasado.
Conjeturas de un ermitaño observador que se sentó horas a plasmar en papel lo que le contaron o investigó y que según sus deducciones, acompañadas de su capacidad relativamente interpretativa, pasó con un margen de error mayor o menor, no estimado ni estipulado en la normativa ISO de la vecina que barría la vereda ( según sea la época y sus nomenclaturas), mientras la lengua se le hacía agua para ir corriendo a contárselo al vecino, que se lo contó un conocido sucesor o pariente de quien estuvo en el momento y lugar exacto de los acontecimientos. Pero estaba medio sordo el susodicho y creo le entendió lo que la vecina le contó. Como el prócer de quién se hablaba estaba muerto, el pariente medio tuerto, principal testigo de la ejecución, le relató al historiador, tartamudo de los nervios, lo que mi libro en sus páginas de historia distorsionada me cuenta en forma de cuento, con exactitud de los hechos lo que probablemente pasó.
Hablemos de historia...