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EL LLANTO DESPUÉS DE LA GUERRA/ Parte 3

Creció feliz, en una familia muy culta y de alta posición económica. Gustaba desde muy pequeño de leer historias apocalípticas, fue un visionario y soñador, defensor de la vida y amante extraordinario de la madre naturaleza. Un idealista que pretendió crear un futuro libre de maldad, que creía en que todo podía cambiar a través del poder de la mente y de los pensamientos positivos. Dedicaba gran parte de su tiempo a concentrarse y ejercitarse en el manejo de las energías cuánticas, una  ley de la atracción psíquica que decía que *“lo que pensamos, creemos y tememos, se materializa en nuestro entorno, en sucesos felices o infelices”. De esa forma y envuelto en ese campo magnético de buenas intenciones logró contraer un matrimonio feliz, ya siendo adulto.
Tenía tan solo 30 años de edad cuando ese magnífico escudo protector de buenas energías que le había llevado casi toda su vida construir comenzó a debilitarse como consecuencia de una cruda realidad que circulaba a su alrededor y a la que él había cerrado los ojos, pues su felicidad dependía de él, pero no así el destino del mundo, ni siquiera el suyo propio estaba completamente en su poder.
Repentinamente abrió los ojos aquella tarde de julio, en que el inverno se hacía sentir más crudo que nunca, su esposa estaba a punto de parir mellizos a los que ambos esperaban con muchas ansias. A pesar de ser plenamente conscientes de que la situación social,  política y económica, así como las condiciones climáticas que estaban hundiendo a la humanidad en una crisis global de la cual no había muchas probabilidades de retroceso, ellos eran los seres más felices del mundo por recibir una bendición con la cual el ochenta por ciento de las parejas, desde  hacía décadas, no contaban.
Salieron de su refugio subterráneo, el que los mantenía a salvo del estallido social que por la escasez de agua y alimentos se había producido en su ciudad y que además se venía gestando en casi todos los países.
 Él como todo buen visionario y por su creencia en las profecías que había leído había construido una especie de bunker subterráneo, en el que con el paso de los años fue almacenando alimentos y agua que podrían sustentarlo durante mucho tiempo ante cualquier catástrofe. Así como también, como en una especie de arca de Noé, había guardado semillas que en algún momento le servirían para armar su propio huerto.
Ella rompió la fuente justo al mismo instante en que asomaban sus cuerpos al exterior y no pudo evitar que un grito de dolor, por las constantes contracciones, se desprendiera con fuerza de su garganta.  No pasaron desapercibidos ante  un grupo de rebeldes que estaban dispuestos a asesinar a cualquiera por una gota de agua. Y fue así que atrajeron su atención e inmediatamente cinco hombres, entre ellos mujeres, armados y con los rostros cubiertos se les acercaron casi de inmediato.
 Intentaron huir, pero ella no podía correr por su estado, él la cargó desesperadamente entre sus brazos quiso escapar, pero estaban atrapados… Sintió un fuerte golpe en su cabeza y se derrumbó inconsciente en el  suelo. Horas después  recobró la conciencia… ella yacía sin vida a pocos metros de distancia, cubierta de un manto de sangre, con sus ojos abiertos llenos de lágrimas y la mirada puesta en él. Había dado a luz en ese lapso de tiempo en el que él no pudo protegerla y los mellizos no estaban. 
El pánico y la amargura se apoderaron de él y perdió la razón por completo; todo por un morral con una botella de agua y una ración pequeña de pan que los sustentaría en el único hospital, que en situaciones muy precarias aun prestaba asistencia. Perdió todo en tan solo unos minutos, su esposa y aquellos niños que jamás conocería porque sabía que su destino final sería de lo más aberrante.
Regresó sin uso de razón y por puro instinto a su refugio, con el alma invadida por el odio y la desidia.
Pasaron años del triste episodio y se volvió ermitaño. Observaba el mundo desde adentro mientras corroboraba los acontecimientos, que se estaban suscitando, con las profecías que tanto leía desde pequeño. Todo se estaba cumpliendo al pie de la letra, el planeta se estaba muriendo, la gran batalla final se hacía inminente y él sobreviviría para encargarse de que la humanidad no tenga la oportunidad de diseminarse nuevamente sobre la tierra para seguir haciendo daño, nadie más volvería a sufrir la pérdida de un ser amado, ni nadie más derramaría una sola gota de sangre, él sería el último ser sobre esta tierra en hacerlo...Adán, ese era su nombre, misteriosa casualidad, el nombre del primer hombre del Edén, sería también, el nombre del último ser humano…
Reviviendo continuamente los recuerdos mientras buscaba al árbol de la profecía, entre el inmenso y silencioso cementerio de cemento, a lo lejos, ve  asomar entre las paredes  derruidas de lo que alguna vez fue un callejón sin salida, las majestuosas ramas de un árbol muy singular de porte mediano, copa estrecha y algo piramidal, de ramas rectas y empinadas adornadas con hojas planas simulando pequeños abanicos, que a pesar del daño se mantenían pintadas de verde. Allí estaba, imponente. Otra vez indestructible, ante una situación karmática, el majestuoso ginkgo biloba, un árbol con historia.
**… Sucedió en agosto de 1945, la segunda guerra mundial llegaba a su fin. Los Aliados ordenaron ataques nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, ambas ciudades del imperio Japonés, Después de seis meses de intenso bombardeo en varias ciudades, el arma nuclear Little Boy fue soltada sobre Hiroshima, seguida por la detonación de la bomba Fat Man, tres días después, sobre Nagasaki.  En pocos minutos, una columna de humo y fuego, de color gris-morado, surgió en la tierra, a una temperatura aproximada de 4000º C, lo que calcinó a miles de personas.
Un año después del estallido de la bomba de Hiroshima, en la primavera de 1946, a cerca de un kilómetro de distancia del epicentro de la explosión, un viejo Ginkgo destruido y seco empezó a brotar, mientras que un templo construido frente al mismo fue destruido por completo. Para Hiroshima, el árbol, se transformó en símbolo del renacimiento y objeto de veneración, por lo que se le llama "portador de esperanza".
Oculta entre las  raíces y los muchos tallos del milenario Ginkgo, que le hicieron de refugio mientras los efectos de la radiación y las armas biológicas que borraron del mapa lo que quedaba de humanidad,  se reposaba la última mujer preparada para dar a luz intentando sobrevivir a duras penas.
 Adán se le acercó, ella apenas respiraba y su vida se consumía lentamente. Consciente de que en manos de  aquel hombre tendría fin la vida de sus hijos, y sin poder hablar por el dolor que le causaban sus heridas y las contracciones  se preparó para concebir. 
Tan solo lo miró a los ojos arrojándole el suplicio de una madre que pedía por lo más sagrado que existe y le confió su vida a la muerte a cambio de que asistiera el nacimiento de sus pequeños.
Dos preciosos seres fueron dados a luz al pie del árbol “portador de la esperanza”, una última lágrima corrió  por el rostro de la parturienta y sin poder besar a sus niños se entregó  a la muerte como lo había prometido.
La misteriosa parca, encarnada en  Adán, tomó a ambos niños entre sus brazos y mientras oía sus llantos, contempló al ginkgo  durante varios minutos. Sus ojos se llenaron de lágrimas como hacía mucho tiempo no sucedía, los cerró con la cabeza alzada en dirección de aquella verde majestuosidad y tan solo por un instante se cruzaron por su mente los recuerdos de la vida que una vez intentó construir. Sus hijos estaban nuevamente entre sus brazos por alguna milagrosa razón del destino.
 Un calor recorrió su pecho y estremeció su cuerpo de forma tal que sacudió su cabeza como despertando de una perturbadora pesadilla. Con los gemelos en brazos envueltos entre su capa, cayó de rodillas ante el árbol, emitió un grito de descarga que salió desde sus entrañas e hizo eco en el vacío existencial producido por la destrucción.
Quebrado, con el corazón iluminado por el recuerdo y la oportunidad que le regalaron los pequeños sobrevivientes y el portador de la esperanza, decidió apartarse de la muerte y no ser más su aliado para darle una  oportunidad a la humanidad.
El llanto después de la guerra anunció en la boca de un niño y una niña, el inicio de una nueva civilización.

La tinta del caos.
29 de mayo, 2015
Der. Res

Dos preciosos seres fueron dados a luz al pie del árbol “portador de la esperanza”, una última lágrima corrió  por el rostro de la parturienta y sin poder besar a sus niños se entregó  a la muerte como lo había prometido...








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