Creció
feliz, en una familia muy culta y de alta posición económica. Gustaba desde muy
pequeño de leer historias apocalípticas, fue un visionario y soñador, defensor
de la vida y amante extraordinario de la madre naturaleza. Un idealista que
pretendió crear un futuro libre de maldad, que creía en que todo podía cambiar
a través del poder de la mente y de los pensamientos positivos. Dedicaba gran
parte de su tiempo a concentrarse y ejercitarse en el manejo de las energías
cuánticas, una ley de la atracción
psíquica que decía que *“lo que pensamos,
creemos y tememos, se materializa en nuestro entorno, en sucesos felices o
infelices”. De esa forma y envuelto en ese campo magnético de buenas
intenciones logró contraer un matrimonio feliz, ya siendo adulto.
Tenía
tan solo 30 años de edad cuando ese magnífico escudo protector de buenas
energías que le había llevado casi toda su vida construir comenzó a debilitarse como consecuencia de una cruda realidad que circulaba a su alrededor y a la que
él había cerrado los ojos, pues su felicidad dependía de él, pero no así el
destino del mundo, ni siquiera el suyo propio estaba completamente en su poder.
Repentinamente
abrió los ojos aquella tarde de julio, en que el inverno se hacía sentir más
crudo que nunca, su esposa estaba a punto de parir mellizos a los que ambos
esperaban con muchas ansias. A pesar de ser plenamente conscientes de que la
situación social, política y económica,
así como las condiciones climáticas que estaban hundiendo a la humanidad en una
crisis global de la cual no había muchas probabilidades de retroceso, ellos
eran los seres más felices del mundo por recibir una bendición con la cual el
ochenta por ciento de las parejas, desde hacía décadas, no contaban.
Salieron
de su refugio subterráneo, el que los mantenía a salvo del estallido social que
por la escasez de agua y alimentos se había producido en su ciudad y que además
se venía gestando en casi todos los países.
Él como todo buen visionario y por su creencia
en las profecías que había leído había construido una especie de bunker subterráneo,
en el que con el paso de los años fue almacenando alimentos y agua que podrían
sustentarlo durante mucho tiempo ante cualquier catástrofe. Así como también, como
en una especie de arca de Noé, había guardado semillas que en algún momento le
servirían para armar su propio huerto.
Ella
rompió la fuente justo al mismo instante en que asomaban sus cuerpos al
exterior y no pudo evitar que un grito de dolor, por las constantes
contracciones, se desprendiera con fuerza de su garganta. No pasaron desapercibidos ante un grupo de rebeldes que estaban dispuestos a
asesinar a cualquiera por una gota de agua. Y fue así que atrajeron su atención e
inmediatamente cinco hombres, entre ellos mujeres, armados y con los rostros
cubiertos se les acercaron casi de inmediato.
Intentaron huir, pero ella no podía correr por
su estado, él la cargó desesperadamente entre sus brazos quiso escapar, pero
estaban atrapados… Sintió un fuerte golpe en su cabeza y se derrumbó
inconsciente en el suelo. Horas
después recobró la conciencia… ella
yacía sin vida a pocos metros de distancia, cubierta de un manto de sangre, con
sus ojos abiertos llenos de lágrimas y la mirada puesta en él. Había dado a luz
en ese lapso de tiempo en el que él no pudo protegerla y los mellizos no
estaban.
El pánico y la amargura se apoderaron de él y perdió la razón por
completo; todo por un morral con una botella de agua y una ración pequeña de
pan que los sustentaría en el único hospital, que en situaciones muy precarias
aun prestaba asistencia. Perdió todo en tan solo unos minutos, su esposa y
aquellos niños que jamás conocería porque sabía que su destino final sería de
lo más aberrante.
Regresó
sin uso de razón y por puro instinto a su refugio, con el alma invadida por el
odio y la desidia.
Pasaron
años del triste episodio y se volvió ermitaño. Observaba el mundo desde adentro
mientras corroboraba los acontecimientos, que se estaban suscitando, con las
profecías que tanto leía desde pequeño. Todo se estaba cumpliendo al pie de la
letra, el planeta se estaba muriendo, la gran batalla final se hacía inminente
y él sobreviviría para encargarse de que la humanidad no tenga la oportunidad
de diseminarse nuevamente sobre la tierra para seguir haciendo daño, nadie más
volvería a sufrir la pérdida de un ser amado, ni nadie más derramaría una sola
gota de sangre, él sería el último ser sobre esta tierra en hacerlo...Adán, ese
era su nombre, misteriosa casualidad, el nombre del primer hombre del Edén,
sería también, el nombre del último ser humano…
Reviviendo
continuamente los recuerdos mientras buscaba al árbol de la profecía, entre el
inmenso y silencioso cementerio de cemento, a lo lejos, ve asomar entre las paredes derruidas de lo que alguna vez fue un
callejón sin salida, las majestuosas ramas de un árbol muy singular de porte
mediano, copa estrecha y algo piramidal, de ramas rectas y empinadas adornadas
con hojas planas simulando pequeños abanicos, que a pesar del daño se mantenían
pintadas de verde. Allí estaba, imponente. Otra vez indestructible, ante una
situación karmática, el majestuoso ginkgo biloba, un árbol con historia.
**…
Sucedió en agosto de 1945, la segunda
guerra mundial llegaba a su fin. Los Aliados ordenaron ataques nucleares sobre
Hiroshima y Nagasaki, ambas ciudades del imperio Japonés, Después de seis meses
de intenso bombardeo en varias ciudades, el arma nuclear Little Boy fue soltada
sobre Hiroshima, seguida por la detonación de la bomba Fat Man, tres días
después, sobre Nagasaki. En pocos
minutos, una columna de humo y fuego, de color gris-morado, surgió en la
tierra, a una temperatura aproximada de 4000º C, lo que calcinó a miles de personas.
Un año después del estallido de la
bomba de Hiroshima, en la primavera de 1946, a cerca de un kilómetro de
distancia del epicentro de la explosión, un viejo Ginkgo destruido y seco
empezó a brotar, mientras que un templo construido frente al mismo fue
destruido por completo. Para Hiroshima, el árbol, se transformó en símbolo del
renacimiento y objeto de veneración, por lo que se le llama "portador de
esperanza".
Oculta
entre las raíces y los muchos tallos del
milenario Ginkgo, que le hicieron de refugio mientras los efectos de la
radiación y las armas biológicas que borraron del mapa lo que quedaba de
humanidad, se reposaba la última mujer preparada
para dar a luz intentando sobrevivir a duras penas.
Adán se le acercó, ella apenas respiraba y su
vida se consumía lentamente. Consciente de que en manos de aquel hombre tendría fin la vida de sus hijos,
y sin poder hablar por el dolor que le causaban sus heridas y las
contracciones se preparó para concebir.
Tan solo lo miró a los ojos arrojándole el suplicio de una madre que pedía por
lo más sagrado que existe y le confió su vida a la muerte a cambio de que asistiera
el nacimiento de sus pequeños.
Dos
preciosos seres fueron dados a luz al pie del árbol “portador de la esperanza”,
una última lágrima corrió por el rostro
de la parturienta y sin poder besar a sus niños se entregó a la muerte como lo había prometido.
La
misteriosa parca, encarnada en Adán,
tomó a ambos niños entre sus brazos y mientras oía sus llantos, contempló al ginkgo durante varios minutos. Sus ojos se llenaron
de lágrimas como hacía mucho tiempo no sucedía, los cerró con la cabeza alzada
en dirección de aquella verde majestuosidad y tan solo por un instante se
cruzaron por su mente los recuerdos de la vida que una vez intentó construir.
Sus hijos estaban nuevamente entre sus brazos por alguna milagrosa razón del
destino.
Un calor recorrió su pecho y estremeció su
cuerpo de forma tal que sacudió su cabeza como despertando de una perturbadora
pesadilla. Con los gemelos en brazos envueltos entre su capa, cayó de rodillas
ante el árbol, emitió un grito de descarga que salió desde sus entrañas e hizo
eco en el vacío existencial producido por la destrucción.
Quebrado,
con el corazón iluminado por el recuerdo y la oportunidad que le regalaron los
pequeños sobrevivientes y el portador de la esperanza, decidió apartarse de la
muerte y no ser más su aliado para darle una oportunidad a la humanidad.
El
llanto después de la guerra anunció en la boca de un niño y una niña, el inicio
de una nueva civilización.
La tinta del caos.
29 de mayo, 2015
Der. Res
Dos preciosos seres fueron dados a luz al pie del árbol “portador de la esperanza”, una última lágrima corrió por el rostro de la parturienta y sin poder besar a sus niños se entregó a la muerte como lo había prometido...
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