Un ángel y un demonio pidieron
audiencia con el escritor.
Sentados frente a su escritorio,
pretendían convencerlo de que narrase según las reglas individuales que cada
uno presentarían.
-Señores-dijo el escritor- voy a
escuchar las propuestas que tienen para mí, en caso de resultarme beneficiosas,
las adoptaré.
Terminando su introductoria
presentación, comenzó el cuestionario.
-¿Usted, que pretende que yo
escriba?- preguntó al demonio.
-Quiero que sus narraciones
contengan palabras que generen sentimientos de miseria, maldad, desesperación.
Provocando una inclinación del corazón de los hombres hacia mis fines.
-¿Y usted…?-preguntó el escritor,
ahora al ángel.
-Espero en sus letras generen
benevolencia, paz, esperanza y todo aquello que incentive a la humanidad a
cultivar amor por la faz de la tierra. Y que sus corazones se inclinen hacia
mis fines- objetó.
El escritor, se inclinó hacia
adelante, cruzó sus manos sobre el escritorio y
planteó su última pregunta:
-Si yo aceptase, individualmente,
sus propuestas ¿Qué me ofrecen a cambio?
-El don de dominar las mentes de
sus lectores. Jugar con sus psiquis y hacerlos adictos a sus libros-
Respondieron ambos al unísono, como si se hubiesen puesto de acuerdo.
-Señores lamento decirles que no
los necesito. Soy un ser humano, no lo
olviden. En mi interior reina la dualidad, soy el bien y el mal. Puedo generar
lo que me proponen y lograr aún más al combinarlos a ambos en mis narraciones.
Rompo sus reglas a gusto y gana cuando me plazca.
-¿Cómo lo logras?- preguntaron
ángel y demonio a dúo.
Sonriendo el narrador respondió:
“Juego con sus psiquis”.
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